Geodiversidad – Historia Geológica
Cantabria, al igual que otros muchos territorios que actualmente se encuentran emergidos, no siempre estuvo conformada tal y como la conocemos. De hecho, el relieve y la línea de costa actual son muy recientes en la larga historia de nuestro planeta.
Cuando los materiales que hoy en día son la base de nuestras vidas y actividades comenzaron a depositarse y fraguar, la mayor parte del territorio cántabro se encontraba bajo el mar. Tan sólo algunos relieves sobresalían, como la sierra del Escudo de Cabuérniga, que se extiende ahora como entonces de este a oeste, desde Liébana hasta el Miera, como un espinazo alargado. El resto del actual territorio se encontraba bajo las aguas, en las cercanías del trópico.
Pero este mar antiguo no se parecía a nuestro moderno mar cantábrico, y tampoco los continentes eran reconocibles. Ese mar era una parte del antiguo Mar de Thetys, que separaba África de Europa, y, en el medio del mismo, se encontraba la actual Península Ibérica, entonces una isla.
En su límite noreste, los materiales arrastrados por los ríos y corrientes, y los restos de organismos marinos se acumulaban en el fondo del mar formando gruesas capas de sedimentos en los que quedaban atrapadas las pruebas y pistas que permiten actualmente reconstruir los principales sucesos que acontecieron durante los últimos 120 millones de años en este rincón de la Tierra. Cambios en el nivel del mar, etapas estables, cambios climáticos, extinciones de especies y otros fenómenos han quedado para siempre petrificados a la espera de que los desentrañemos.
Cuando los primeros materiales cretácicos de Costa Quebrada comenzaron a depositarse hace 120 millones de años, lo hicieron en las aguas cálidas y limpias del Mar de Thetys. En las lejanas tierras emergidas por entonces el mundo vivo se encontraba dominado por los reptiles. Sin embargo, bajo las aguas limpias se desarrollaban aquí arrecifes extensos formados por unos moluscos, los rudistas, y algunos corales.
El crecimiento de estos arrecifes dio lugar a masas voluminosas de roca caliza cretácica aptiense , que hoy en día, una vez emergidos, forman masas rocosas importantes a lo largo de La Marina y en los macizos calizos al este del río Miera. Su interés minero ha sido siempre muy importante en Cantabria. De ello son testigos las explotaciones minerales de Cabárceno, Reocín, Puerto Calderón, y las innumerables canteras de Camargo y el oriente de Cantabria.
Pero en la larga historia de nuestro planeta nada dura indefinidamente, y la placidez de aquellas aguas, tras 5 millones de años, se vio perturbada por un cambio en las precipitaciones y en el nivel del mar.
En el Albiense, hace 112 millones de años, los sedimentos arrastrados por los ríos que llegaban desde el sur y el oeste acabaron sepultando a los rudistas y corales, impidiendo aquí su supervivencia. Al principio sólo llegaban los sedimentos más finos, limos y arcillas, cargados de restos vegetales, madera de los bosques, y pequeños fragmentos de resina. En algunos de estos fragmentos de resina, el ámbar, en otras partes de la cuenca se han encontrado atrapados antiguos insectos .
Los cienos oscuros, al crecer en espesor, iban rellenando la cuenca y haciendo avanzar la línea de costa. Cerca de la misma se depositaron los bancos de arena de unas inmensa playa, que acabaron por sepultar los limos. Sin embargo, el nivel del mar aumentó varias veces , y en cada ascenso, los limos oscuros volvían a sepultar las arenas acumulándose en gruesas capas, hasta que rellenaban la cuenca y volvían las arenas.
De este modo se formaron las limolitas y areniscas que hoy en día se encuentran en el istmo de Somocueva, y que pueden encontrarse en toda la costa central de Cantabria, desde Suances hasta Comillas y el valle inferior del Nansa.
Esos ciclos de limos y arenas no fueron exactamente iguales. Conforme avanzaba el tiempo, cada nuevo depósito de arena contenía más calcio, por lo que gradualmente el depósito de arenas se transformó en un nuevo depósito de calizas, en el que los numerosos organismos marinos que morían, quedaban atrapados y fosilizados. Ammonites, erizos de mar, caracoles, corales, esponjas y otros muchos organismos formaban ricas comunidades marinas.
Esta caliza fue hundiéndose en la cuenca hasta que cesó el depósito. Al final de este proceso, además, se produjo un importante descenso en la cantidad de oxígeno disuelto en el mar, lo que dio lugar a una importante extinción masiva de especies marinas.
Así se formó una capa de calizas de color ocre, las mismas calizas cenomanienses cuyo color es universalmente conocido por ser las mismas en las que nuestros antepasados pintaron sus creencias y su mundo, en Altamira.
El arrecife inerte, hundido en las profundidades de un mar que se había vuelto más frío y menos vivo, fue sepultado entonces por nuevos sedimentos. Las arcillas prácticamente desprovistas de vida irrumpían en escena.
Conforme se depositaban, el clima no se mantuvo inamovible. Se sucedían períodos de decenas o centenas de miles de años de tiempo cálido y húmedo con otras largas temporadas de tiempo frío y seco. Estas oscilaciones se traducían en el tipo de sedimentos que llegaban a la cuenca.
Durante largos años las precipitaciones abundantes llevaban buena carga de arcillas a la cuenca, mientras que en otras, las arcillas eran menos abundantes y predominaba el depósito de conchas y restos ricos en calcio. Este calcio cementó las arcillas cuando era más abundante, dando lugar a capas intercaladas más resistentes. En este medio vivieron erizos irregulares , corales, esponjas, ammonites, briozoos y otros muchos organismos.
Este proceso cíclico se repitió innumerables veces desde el Turoniense hasta el Santoniense para dar lugar a las sucesiones de estrechas capas de marga y caliza gris que se pueden encontrar a lo largo de los acantilados del tramo oriental de Costa Quebrada.
A partir del Maastichtiense, hace unos 70 millones de años, esta pequeña cuenca empieza a ascender lentamente, por lo que las arenas vuelven progresivamente a hacer acto de presencia, junto con la influencia de las corrientes. En este medio se depositaron las calizas arenosas que se encuentran entre Covachos y San Juan de La Canal.
Esto fue así hasta el final del mesozoico, hace 65 millones de años. Con la extinción masiva que puso fin al dominio de los grandes reptiles se extinguieron además muchos otros seres. En este momento los materiales arenosos quedaron expuestos a la intemperie, en medio de unas lagunas salobres costeras. Allí se depositaron unas rocas muy solubles, las dolomías de la ensenada de La Canal.
El ambiente costero de los depósitos arenosos, muy movilizados por corrientes y oleajes, formaron los materiales más recientes de Costa Quebrada, las calcarenitas y calizas de las cercanías de la Virgen del Mar. En este medio agitado vivían numerosos erizos de mar, anélidos y esponjas.
Ya en estos momentos comenzaba el choque de África contra el continente europeo, que comprimió a la isla ibérica contra Europa, levantando en este proceso todas las cordilleras del sur de Europa: Cordillera Cantábrica, Pirineos, Alpes, Balcanes y Cárpatos.