Audio Guía – Castellano
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Le damos la bienvenida a este singular tramo de costa, que por su aspecto hemos dado en denominar Costa Quebrada. Por su riqueza geológica creamos esta Ruta de la Geodiversidad, en la que ahora nos hallamos.
La singularidad de Costa Quebrada radica en su Geodiversidad, entendida como la variedad de estructuras, formas litorales, rocas, suelos, fósiles y otras manifestaciones que en un escenario de escasos kilómetros nos permiten desvelar muchas páginas de la historia geológica de nuestra tierra, mostrando los procesos que la han modelado, los climas y paisajes del pasado y del presente y la diversidad y evolución de la vida engendrada sobre este contexto geológico.
Estas audioguías que escucha deben utilizarse conjuntamente con los paneles interpretativos situados en ocho puntos de esta costa, (La Virgen del Mar, San Juan de la Canal, Covachos, La Arnía, Los Urros, Portio, Somocueva, y el Madero) junto a los cuales es conveniente realizar la observación de la mayor parte de los contenidos expresados.
Esperamos que la visita con la ayuda de esta guía auditiva sea de su agrado, y podamos hacerle llegar al menos una pequeña parte de la historia escrita en las rocas.
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Hace más de 120 millones de años la costa sobre la que hoy nos hallamos no era más que un punto en el fondo del mar. Las enormes fuerzas internas de la Tierra habían separado los continentes africano y sudamericano formando el Océano Atlántico. Al mismo tiempo la costa norte de la península ibérica se separó de la costa occidental francesa, y en el medio, en el espacio comprendido entre las antiguas rocas de Bretaña y de Galicia apareció el joven Mar Cantábrico.
Cantabria entonces se encontraba en su mayor parte sumergida bajo ese mar, mientras se depositaban en su fondo arenas y fangos arrastrados por los ríos, y aparecían ricos arrecifes tropicales atestados de organismos desconocidos hoy en día, que volvían a ser sepultados por nuevas capas de materiales sueltos. Los cambios climáticos se sucedían lentamente, trayendo y llevándose al amparo de las aguas cálidas o frías nuevas formas de vida desde el sur o desde el norte, y la memoria de estos hechos quedó sepultada en los sedimentos, que tras el discurrir de los siglos, los milenios y los millones de años se transformaron finalmente en capas planas de roca sólida.
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Los depósitos de materiales acumulados durante millones de años, que habían formado capas planas de roca sólida se vieron alterados por un acontecimiento singular: África comenzó a desplazarse hacia el norte, apretando las rocas jóvenes que se encontraban entre este continente y Europa. Estas rocas se arrugaron elevándose en forma de las cadenas montañosas que hoy encontramos al sur del continente europeo: La Cordillera Cantábrica y Pirineos, los Alpes, los Balcanes y los Cárpatos.
Las rocas de Costa Quebrada se vieron también afectadas por esa movimiento, y las capas horizontales se plegaron en forma de una enorme arruga que corre de oeste a este, emergiendo del fondo del mar para someterse al desgaste de los elementos.
Este plegamiento ha dado lugar en Costa Quebrada a un rico reguero de formas erosivas y depósitos de arena en el que pueden encontrarse ejemplos de casi cualquier tipo de estructura característica de una zona costera.
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La presión de África contra el continente europeo, además de las cadenas montañosas del sur de Europa, motivó diferentes plegamientos en forma de enormes arrugas en la corteza terrestre, con partes levantadas, llamadas anticlinales, y otras hundidas en forma de valle, llamadas sinclinales. Las rocas de Costa Quebrada se hallan en uno de estos enormes sinclinales, el cual se extiende de oeste a este, y ocupa casi toda la península dónde se asienta la ciudad de Santander.
La Virgen del Mar se sitúa prácticamente en el centro de este sinclinal, donde las capas de roca o estratos son casi horizontales. Pero en cuanto avanzamos hacia el este o el oeste, comienzan a arquearse dando lugar a dos tipos diferentes de costa. Una tendida, hacia el Este, en la que estos estratos descienden suavemente hacia el mar, y otra hacia el Oeste que va haciéndose progresivamente más abrupta a medida que los estratos van inclinándose cada vez más, hasta llegar a colocarse casi verticales.
Estas rocas del centro del sinclinal son las más modernas de Costa Quebrada, y de Cantabria en general. Antaño se hallaban sumergidas, y albergan en su seno fósiles de organismos semejantes a los que hoy en día pueblan nuestros mares.
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La superficie del mar separa dos mundos diferentes, pero no se trata de una frontera rígida. Entre el mundo puramente marino y el puramente terrestre se encuentra una serie de ecosistemas intermedios poblados por seres que soportan esas condiciones intermedias y cambiantes.
La vegetación en esta zona es la característica de las áreas acantiladas del Cantábrico, y se distribuye de manera que cada planta ocupa el lugar en el que la profundidad del suelo y el nivel de salitre proveniente del oleaje y de los vientos que llegan desde el mar son los adecuados para permitir su supervivencia.
En primavera, sobre las rocas calcáreas, entre otras muchas plantas, florecen las Armerias, que se abren en forma de globos de pequeñas flores rosadas muy aromáticas que ofrecen un rico y dulce néctar a los insectos de los que dependen para su polinización. De estos insectos se alimentan otros organismos, incluyendo lagartijas y algunas aves.
No es difícil ver entre las rocas al colirrojo, un pequeño pájaro que menea animadamente su cola anaranjada mientras busca su alimento en los acantilados costeros en los que anida.
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La ensenada de San Juan de la Canal se abre al mar en el punto en el que las rocas más jóvenes de Costa Quebrada se encuentran en contacto con las más antiguas.
De este modo, la playa divide esos materiales más antiguos que se depositaron al final de la era de los dinosaurios (a nuestra izquierda), de las que se depositaron después de su extinción (a nuestra derecha).
La propia ensenada y las rocas situadas en el centro de la playa pertenecen a las rocas más jóvenes, y continúan en el acantilado que se extiende a nuestra derecha hasta la isla de la Virgen del Mar. Si, en cambio, nos dirigimos hacia el oeste por la costa, hacia la playa de Covachos, iremos encontrando rocas cada vez más antiguas.
La ensenada se sitúa en el lugar en el que se encuentran unas rocas, las dolomías, que se disuelven con mucha facilidad por el agua de lluvia. Aún asoman los vestigios de esta roca en una hilera que va desde el peñasco a tu derecha, sobre el paseo pavimentado, hasta el peñón perforado que se encuentra en el centro de la arena.
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El promontorio a tu derecha separa la playa de la ría de La Canal. En aquel pequeño estuario rocoso desembocan todas las aguas superficiales procedentes de la ladera oriental de la Picota, a las que se unen las que llegan desde los pueblos de Maoño y Azoños a través del arroyo Otero. Este arroyo ha sufrido un brutal encauzamiento que lo ha despojado de su naturalidad en buena parte de su curso, además de todo tipo de vertidos y otras agresiones, lo cual lo convierte en un punto negro en la red fluvial de Cantabria.
Donde el Otero se junta con la ría se sitúan los restos de un molino que antiguamente aprovechaba la fuerza del agua para moler maíz. Este importante testimonio de la actividad humana en Costa Quebrada se encuentra hoy olvidado en el fondo de La Canal.
Esta entrada de ría fue antiguamente un emplazamiento privilegiado para la pesca de la angula. En los últimos años la cantidad de ejemplares ha descendido hasta casi desaparecer.
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La parte trasera de la playa, a tu izquierda, se encuentra bordeada por un pequeño acantilado bajo, testigo de otros tiempos no demasiado lejanos en los que la actual playa no contaba con arena y la acción destructora del oleaje llegaba fácilmente hasta estas rocas.
Posteriormente esta pequeña ensenada fue acumulando arena: Esta arena, que llega con las mareas del verano se seca en la orilla, y el viento del nordeste, dominante durante el verano, va acumulándola en el fondo de la playa, a tu izquierda, formando una pequeña duna. Una serie de pequeñas plantas, como las gramas y las lechetreznas, capaces de soportar la aridez y pobreza de la arena se han encargado de ir sujetando con sus raíces los diminutos fragmentos minerales, dando lugar a uno de los sistemas ecológicos más escasos, vulnerables y maltratados de la costa:las dunas
En otro tiempo esta duna ocupó todo el fondo de la playa, pero el antiguo aparcamiento, ahora convertido en paseo enlosado, y el constante pisoteo en los accesos a esta popular playa redujeron considerablemente su extensión.
En 2007 se instalo en la zona verde sobre la playa un Reloj de Sol que describe procesos biológicos y climatológicos propios de Costa Quebrada, poniéndolos en relación con la época del año, la temperatura o el cambio climático.
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En Covachos las rocas y las arenas doradas que el mar trae y deposita suavemente se ven implicados en un juego con los temporales, las olas y las mareas. Como resultado tenemos una de las formaciones geológicas más singulares y atractivas de Costa Quebrada.
Enfrente de nosotros tenemos la Isla del Castro, único vestigio en esta zona de la antigua línea de costa. Sus capas de roca inclinadas, en un principio unían la isla a la costa por el saliente a nuestra izquierda.
La pequeña ladera verde que la corona formaba parte de un valle fluvial, por el que discurría un arroyo que iba a desembocar entre el Castro y el acantilado que vemos a nuestra derecha, Sin embargo la erosión marina fue destruyendo parte de las rocas, abriendo una ensenada y separando la isla de la costa, de ahí que aquel antiguo arroyo desagua ahora en las alturas del acantilado, en lugar de hacerlo al nivel del mar.
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El resultado de los procesos erosivos en Covachos es una ensenada semicircular con una isla enfrente. Las arenas que el mar deposita en los lugares abrigados dan lugar a la playa semicircular bajo el alto acantilado.
El Castro es un obstáculo que el oleaje ha de sortear para llegar a la costa, rodeándolo, de modo que en la parte protegida (tras la isla), las olas provenientes de cada costado se encuentran y chocan entre sí, dejando en esa línea las arenas que transportan por el fondo. De ese modo se forma el tómbolo, ese cordón de arena que une la isla a la costa en marea baja.
En los fondos de la ensenada, durante la bajamar, se aprecia entre la arena una plataforma plana, formada por cantos rectos de las capas de roca que se alargan de oeste a este, y que fueron cortados de esta manera por el mismo oleaje que se abrió paso a través de la ensenada.
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Sobre las rocas planas de la plataforma, prospera a lo largo del verano la caloca, un alga de color granate, que con la llegada del otoño es arrancada por el oleaje y depositada en grandes montones en ensenadas protegidas como esta.
La caloca es extraída para la fabricación de gelatinas para usos farmacéuticos, cosméticos y científicos, y durante años supuso un recurso económico complementario para los habitantes de la zona. De hecho aún hoy pueden verse, al borde del acantilado, los restos oxidados de la estructura del “ascensor” que mediante un sistema básico de polea, servía para subir las algas hasta el camino.
Estas praderas sumergidas de algas dan sustento y cobijo a una gran cantidad de animales, que también son arrastrados por estas mareas en un rico revoltijo.
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La playa y plataforma de la Arnía constituyen un conjunto espectacular de formas litorales.
Frente a nosotros una capa de roca dura se levanta casi vertical contra el mar. Se trata de una caliza de color tostado que actúa como una muralla protegiendo de la erosión a las capas de roca blanda y gris que se encuentran detrás.
La capa de caliza tostada resistente ha sido destruida por el oleaje en varios puntos, y sus restos forman una hilera de peñas abruptas. Dos de ellas, en imponentes farallones, cierran por el norte la playa, protegiendo eficazmente las rocas blandas del montículo situado por detrás.
Esta roca caliza de color tostado es muy diferente a las láminas arcillosas grisáceas, más modernas, situadas a su amparo. Esta diferencia se debe a que cuando la primera de ellas se estaba depositando en un mar cálido y limpio se produjo un importante cambio climático. Este cambio originó que las aguas limpias en las que se formaba la caliza dura se enturbiaran, depositándose a partir de entonces las arcillas que forman las vulnerables rocas grises.
A través de los pasillos abiertos por el oleaje en este murallón dorado el mar es capaz de pasar a atacar las rocas más blandas antiguamente protegidas por el contrafuerte. Estas piedras se han erosionado rápidamente, y el resultado es una plataforma rocosa plana que queda al descubierto en la bajamar. Esta plataforma está rodeada por un alto acantilado semicircular que se encuentra en proceso de rápida erosión.
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En la plataforma la bajamar deja al descubierto un ecosistema muy especial que se desarrolla en los confines del mundo marino, sometido a los vaivenes de la marea, donde las condiciones de vida son muy severas: la desecación, el aumento de las temperaturas en las pozas, el ataque del oleaje y el aislamiento de los organismos en la bajamar
Esta plataforma está surcada por crestas y canales paralelos a la línea de costa. Los seres se distribuyen en estas crestas y canales según el tiempo que permanecen expuestos en la bajamar:
• En los más cercanos al acantilado, que pasan más tiempo en seco, se encuentran los organismos más resistentes, como las algas verdes, los cámbaros y mulatas.
• En las crestas intermedias, con menos tiempo de exposición a la intemperie, se encuentran especies como las lapas y las bellotas de mar, que pueden aislarse en las horas de bajamar mediante conchas resistentes e impermeables, mientras que en las pozas se asientan colonias de coloreadas anémonas y actinias, erizos de mar encajados en la roca, algas rosadas de cuerpo mineral y otros organismos que no soportan desecarse.
• En las canales más cercanas a la línea de bajamar tenemos la oportunidad de observar las algas y animales (imagen1, imagen2, imagen3, imagen4) de zonas más profundas que quedan flanqueados aquí por las crestas.
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Desde este acantilado disfrutamos de un punto de vista privilegiado en el que farallones, promontorios e islotes salpican la vista.
Si nos fijamos en el aspecto de las rocas podremos distinguir tres tipos diferentes. Todas ellas forman grandes capas planas que las enormes fuerzas de la Tierra empujaron hasta que se dispusieron casi verticalmente.
La hilera alejada de islotes que se adentran en el mar es parte de una capa de roca caliza clara que se resiste a ser eliminada por el oleaje. Algo más cerca, una nueva capa de caliza de color tostado también soporta la continua acción del mar, defendiendo a las blandas rocas arcillosas grises, llamadas margas.
Cada una de estas capas, que en su origen se depositaron en grandes tablas horizontales en el fondo del mar, representa unas condiciones climáticas que al cambiar dieron lugar al depósito de los nuevos materiales de la capa siguiente.
Estos cambios climáticos no sólo modifican el tipo de roca que se estaba fraguando, sino también los organismos que habitaban este mar. Nosotros sabemos de estos cambios a través de los fósiles. Se trata de los restos de minúsculos animales antiguos que nos hablan de modificaciones dramáticas en su medio. Las Orbitolinas eran unos de estos organismos marinos que quedaron incrustados en piedra.
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La hilera de islotes blanquecinos mas lejanos, son los restos de una capa resistente, que hace tiempo fue superada. En estos islotes encuentran un buen lugar para anidar las aves marinas. La capa blanda que se situaba entre ellos y la costa actual fue rápidamente desmantelada, por lo que no podemos ver sus restos, sumergidos bajo el agua.
La siguiente capa dura que presenta resistencia aún hoy es la caliza tostada que forma las agujas de roca frente a nosotros. Esta capa continúa hacia tu derecha formando el acantilado que va hasta la Arnía.
Estas agujas son porciones que aún no han sido derribadas por la acción del oleaje, que ya se encuentra atacando las capas de roca gris sobre las que te encuentras, formando en el fondo una pequeña plataforma en la que reposan algunos fragmentos sueltos de la dorada roca dura.
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En los acantilados dorados crecen las plantas características de estos lugares, aclimatadas a las duras condiciones de vida y al escaso suelo, mientras que en las capas grises la rápida erosión no permite que las plantas se asienten con tanta seguridad.
Por encima, la presencia de suelo vegetal, que podemos observar en lo alto de los acantilados se encuentra el brezal, que se pinta de rosa en otoño. De las cuatro especies de brezo de Costa Quebrada la más importante es un brezo rastrero, Erica vagans.
A este brezo, con numerosas flores pequeñas que se agolpan en los extremos de sus cortas ramas, se le unen otras especies de flor más grande. De todas ellas es el brezo cantábrico, Daboecia cantabrica, el más llamativo, y endémico de esta región.
Junto a los brezos se encuentran plantas espinosas, como el escajo y la aulaga, que durante la primavera tiñen el matorral de un hermoso color amarillo.
Estos brezales costeros se encuentran amenazados en toda Europa, por lo que se encuentran protegidos, a pesar de lo cual siguen sufriendo los efectos del tránsito de vehículos.
La pradera alrededor forma unos cómodos colchones de fina hierba, la hierba de enamorar, una Festuca. Estas manchas herbosas también se encuentran amenazadas por el tránsito de vehículos.
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Desde aquí, al fondo de la playa de Portio, tenemos a la vista, esta vez a nivel del mar, las tres líneas de costa que forman básicamente el perfil de Costa Quebrada.
La más lejana y antigua es la de los Urros, que citara Pereda en Sotileza cuando las lanchas volvían a puerto huyendo de la galerna. De esa franja de caliza masiva formada en un antiquísimo arrecife tropical solo quedan esos islotes y la península que, algo más allá, da abrigo a la cala de Somocueva.
Por detrás, una segunda capa de rocas blandas ha sido totalmente desmantelada, con la excepción del istmo de Somocueva, un delgado cordón afilado de rocas blandas que aún une a tierra firme esta dura península.
La siguiente línea resistente, cuyos materiales forman los dos extremos de la boca de la ensenada, se compone de roca caliza. Esta roca se eleva en los farallones pardos prácticamente verticales sobre los que hemos venido caminando en algunas zonas en que el mar aún no ha podido desmantelarla.
Al resguardo de esas calizas resistentes se amontonan unas capas arcillosas grises en forma de delgadas hojas verticales. Son margas, unas rocas en las que la arcilla está cementada por diferentes cantidades de cal. Cuanta más cal, más resistente es la lámina de roca, y mejor resistirá los embates del mar. Si recorremos la playa desde el panel informativo hasta las calizas resistentes estaremos realizando un viaje en el tiempo de unos diez millones de años. Muchos de los eventos de este tiempo han quedado registrados en la roca.
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Frente a nosotros se encuentran Las Cerrias, el mayor exponente en Costa Quebrada, y uno de los más lamentables en la costa Cántabra, del descalabro paisajístico que el ser humano es capaz de provocar, producto de la especulación urbanística y el abuso del patrimonio público.
Este proceso de destrucción del paisaje costero es sorprendentemente moderno, ya que comenzó hace aproximadamente 15 años, vulnerando la ley de costas, y hoy, lejos de remitir, continúa buscando los posibles huecos que aún queden libres para poner el próximo ladrillo, con el lamentable resultado que podemos contemplar.
Es un visible ejemplo de la paradoja motivada por la persecución de esa “calidad de vida” en forma de vivienda junto al mar, que se traduce al final en un gueto de casitas amontonadas, donde el cemento esta mucho más presente que el propio mar.
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Hace unos 120 millones de años Costa Quebrada se encontraba aún sumergida en el mar. En tierra firme los dinosaurios dominaban los ecosistemas y dejaban sus huellas en los yacimientos del norte de Castilla, La Rioja y Aragón, donde se encontraba la línea de costa.
El mar en el que se forjaban las rocas que hoy componen Costa Quebrada era un limpio mar tropical, en el que se iba formando un gran arrecife de corales dominado por una serie de grandes moluscos semejantes a las actuales almejas, pero cuyo par de conchas era totalmente asimétrico, con forma de grandes cuernos torcidos.
Los restos duros de estos seres, mezclados con finos limos ricos en cal fueron acumulándose en una gruesa capa que fue sepultada por otros materiales. Estos materiales con su peso la compactaron y transformaron en la dura roca caliza que es hoy en día.
Cuando las fuerzas de la Tierra arrugaron todas estas capas de roca, el desgaste ejercido por los elementos sacó de nuevo a la luz estos materiales antiguos, que durante un largo periodo resistieron a los embates del mar en la más antigua de las líneas de costa de este tramo, y donde hoy un fragmento alargado subsiste formando la península de Somocueva.
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El tiempo del arrecife tropical que formó la península de Somocueva y los Urros fue interrumpido por un cambio climático. Tierra adentro aumentaron las precipitaciones, y los ríos de ese tiempo remoto arrastraron al mar grandes cantidades de arenas y limos, que sepultaron el arrecife acabando con los seres vivos que lo habían formado. Estos animales necesitaban aguas libres de sedimento, y esta costa había perdido esas condiciones.
Durante los siguientes 15 millones de años, una extensa playa depositaba sus arenas en la zona, y de vez en cuando era sustituida por una ría como la que hoy en día encontramos en la desembocadura del Pas. En estos períodos se depositaban partículas de fino limo oscuro. El tiempo y la presión finalmente petrificaron esta antigua playa.
Esta secuencia de rocas arenosas y limosas dio lugar a las capas de roca más vulnerables de Costa Quebrada, que han sido prácticamente eliminadas de la zona una vez que la acción destructora del oleaje superó la línea de los Urros. Sin embargo la península de Somocueva ha protegido los últimos restos de esta enorme playa petrificada en el estrecho istmo que la une con el continente.
A lo largo de este afilado cordón por el que descendemos a la playa encontramos capas de arena interrumpidas por una roca limosa de color gris azulado, con algunos tramos teñidos de azufre. Son los últimos testigos en Costa Quebrada de este tiempo de arenas.
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La playa de Somocueva recibe la arena que el cercano río Pas arrastra hacia el mar Cantábrico.
Esta arena se acumula en la playa en las mareas de la primavera y el verano, y en ocasiones es retirada mar adentro por los temporales invernales. Una vez que la arena se expone a la intemperie, el viento la arrastra y va acumulándose en las zonas protegidas al fondo de la playa. Allí es fijada por las raíces de plantas especializadas, como gramas o lechetreznas, que dan lugar a un sistema vivo muy frágil y vulnerable. Se trata de la pequeña duna que se apoya sobre el istmo.
Desgraciadamente esta duna, muy sensible al pisoteo, está ubicada en la zona de más fácil acceso a la playa de la Paloma, que se encuentra al este del cordón rocoso que une la península a tierra. De este modo el trasiego de personas a esta segunda pequeña playa pone en peligro y ha destruido buena parte de este ecosistema, por lo que se han tomado una serie de medidas como el vallado y la utilización de pantallas vegetales que retienen la arena. Esta medidas pueden resultar insuficientes si el paso de personas continúa atravesando la duna.
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Las capas planas de roca, que se formaron lentamente en el fondo del mar al irse depositando arcillas y restos duros de seres marinos, asoman aquí sus cantos limados. Estas capas se encuentran plegadas e inclinadas por las enormes fuerzas de la Tierra.
Este es un paisaje que cambia continuamente, aunque lo hace al ritmo imperceptible de la larga vida de las rocas.
Cerrando la ensenada, la capa de caliza tostada, muy resistente, sobresale de la costa en una muralla inclinada. El permanente ataque del mar la ha limpiado de las rocas grises que se apoyaban en ella. A lo lejos, en el fondo de la pequeña playa, aún asoman algunas capas delgadas de esta roca arcillosa, llamada marga, que se acumula en delgadas láminas. Estas láminas de roca permanecerán pegadas a la caliza mientras sean capaces de resistir los embates del mar en esa posición resguardada.
Sobre la muralla, el oleaje ha excavado dos grietas en los puntos más débiles por las que pasan las olas más altas. Las rocas grises que se encontraban apoyadas detrás han sido destruidas, quebrándose como el hojaldre, y formando un acantilado grisáceo y desnudo que retrocede siglo a siglo.
Más allá en un tercer punto débil se están comenzando a dejar sentir los efectos de la erosión persistente del mar: A través de un pequeño orificio abierto en la base de la muralla, la blanda marga gris va deshaciéndose poco a poco, formando un embudo, un ojo de mar.
Dentro de algunos miles de años, el hueco en las margas se habrá extendido hasta la zona plana erosionada, agrandando así la playa. Este es el modo en que se forman las más espectaculares estructuras de Costa Quebrada.
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A tus pies una profunda grieta se adentra en la tierra. Este es un punto débil en el que el mar es capaz de abrir su camino. Se trata de una gran fractura que parte todas las capas de roca. Estas capas se han desplazado a ambos lados de esta fractura. Nosotros pisamos ahora una roca dura de color tostado que continúa formando la línea de acantilados que nos lleva hasta las playas de Liencres.
Esta capa de roca es la misma que la que forma la muralla que cierra por el norte la ensenada del Madero, y en el pasado se encontraban unidas en una sola banda. Ahora las dos partes se encuentran separadas por centenares de metros. En este enorme desplazamiento la roca dura que pisamos reaccionó partiéndose, mientras que las rocas arcillosas grises se arrugaron deformándose.